domingo, 31 de enero de 2010

Analogias (Unplugged 28)

Estoy empezando a cansarme de la tendencia a digitalizar el Universo. La perfección del mismo, aún cuando esto parezca irritar a los ingenieros electrónicos de la Sony, es decididamente analógica. La música, la pintura, la escultura, todos los medios de expresión alcanzan la perfección en lo analógico. Una pincelada es hasta el infinito analógica. Un color salido de la paleta del peor pintor, guarda hasta en su esencia su propio color. El sonido de la cuerda de un violín, o la vibración de la lengüeta de una trompeta, es una onda, suave, alta y duradera hasta el momento en que el aire no puede ya ser conmovido por ella.
La alocada tendencia del hombre a medirlo todo, a conocer precisiones hasta ridículas hace de inspiración a ejércitos de ingenieros, físicos y científicos.
¿Qué otra cultura sino la actual, ésta en la que nos toca vivir - se regocija tanto en inventarse dilemas abstractos y hasta incomprensibles? Tanto vale un micro, que en su mensuramiento se invierte más proporcionalmente que en líneas de transporte. Conocer un el comportamiento de un circuito al ser activado involucra una matemática precisa y compleja de la que me río con lástima -y por comprenderla- cuando uno sabe que la tensión que tengo en mi casa no es ni constante ni de frecuencia fija.
Las costosas cámaras digitales de fotografía nos mostraran una imagen formada por puntitos cuadrados sobre el monitor muy parecida a una foto convencional -analógica, por cierto- de las cataratas del Iguazú.
La técnica para obtener una digitalización se basan en un muestreo y no en una captación y será muy perdurable un disco compacto, pero sigue siendo una muestra, un pedacito del original.
Nos parece alegrar y conformar el hecho de que todo se pueda transformar en pulsos eléctricos, sin pensar que el precio que estamos pagando por digitalizar el mundo, es no volver a apreciar el mundo como tal.

jueves, 28 de enero de 2010

Canción de ayer

Muéstrame tus miedos.
Cuéntame tus llantos sin llorar.
Ante columnas de hormigón
sin terminar.

Puede que esté viejo.
Puede que ya empiece a encanecer.
No hay ni un antes ni un después.
Siempre fui yo.

Lo que sucede,
es que llevo oculto el corazón,
ante el temor de lastimarme
una vez más.

Pero ya lo has visto
a pesar de tanto telgopor
Puede vibrar, puede escapar.
Y puede estallar.

Tus silencios ya me aturden.
Me cegás si me mirás.
No te quedes sin palabras.
Iluminá.

Todo un día de tu historia.
Toda frase al despertar.
No es un sueño, ni es mentira.
Todo es verdad

El tiempo actúa
como un maldito atenuador
y borra toda la emoción.
Todo el amor.

Muéstrame tus manos.
Cuéntame tus ganas de volar.
Las bancas rojas donde el sol
vuelve a brillar.

Pero nunca pienses
Que aquello fue un sueño porque -¡Dios!-
Los sueños son para olvidar.
Los días, no.


miércoles, 27 de enero de 2010

Estudio, aunque ya no cuento los días.

Ayer llegué al capítulo 10 de "El proceso de la comunicación" y hoy me di libertad para sacar por primera vez de su bolsita "Teoría de la comunicación", que incluye un CD con algunas pistas de audio.

La primera impresión es que es la versión Billiken del otro libro...

martes, 26 de enero de 2010

El día de los chanchos (Unplugged 8)

Son las tres y media de la tarde y no sé todavía sobre qué escribir este unplugged de hoy... pasa que cuando me siento en la computadora me vienen recuerdos a la memoria que me dan ganas de anotarlos todos juntos ahí mismo aunque no se entienda nada después. Lo que pasa es que escribir cosas que le han pasado a uno, puede convertirse en un lazo cerrado (como un 10 goto 10) por ejemplo: Hoy escribo que estoy escribiendo esto, en donde escribo que estoy escribiendo esto, en donde escribo que estoy escribiendo esto, en fin no tendría mucho contenido, mejor dicho, tendría mucho contenido... tanto que no se percibiría la diferencia. Me acuerdo de la peluquería de Nato, en Gaona y Trelles en donde solía cortarme el pelo. La barbería tenía dos espejos enfrentados, en uno se reflejaba el otro que estaba reflejando al otro espejo y la cadena se repetía ad infinitun formando un efecto que fue utilizado por primera vez en la televisión por Pipo Mansera en sus Sábados Circulares.
Bueno volviendo al menú de temas para hoy, de todos voy a elegir un episodio que ese día denominamos "El día de los chanchos".

Sucedió en 1987 -si la memoria no me falla-. Con mi prima Rosita íbamos a ir -junto con Sergio, Willy, Cecilia y algún otro más que se me escapa ahora- a ver a Virus al velódromo municipal -no el KDT, sino el que está atrás del hipódromo- Ella vino para mi casa y salimos con rumbo a la estación Retiro. En esas épocas en cuando uno dispone de tiempo y para ir a Quilmes pasa primero pasa por Zárate, con Rosita preferimos irnos hasta Retiro, tomarnos el tren hasta la estación 3 de febrero en donde nos encontraríamos con los demás que venían del otro lado desde Villa Pueyrredón y desde ahí, caminar unas pocas cuadras hasta el velódromo.
Colectivo entonces hasta Retiro y decidimos colarnos en el tren, total -pensamos- por una estación...-  y nos mandamos al andén de cabeza y subimos al tren que ya estaba por salir.
Sábado a la tarde, Magoya toma el tren ese... así que cuando estábamos por llegar a la estación, vi que venía el guarda (chanchito querido) y le dije a Rosita que fuéramos caminando para el fondo, pero así y todo, nuestra velocidad de escape no fue suficiente y el hombre de la maquinita y la gorra se nos abalanzó justo en el instante en que nuestro vagón entraba en el anden.
Cuando me pidió el boleto le contesté: "Ya bajamos, lero lero" y zafamos por un pelito.
Esperamos dos trenes que venían del otro lado y llegaron los demás. Salutaciones de por medio emprendimos las cuadras hasta el velódromo. Detalle: el día estaba horrible. Había llovido por la mañana y parecía que iba a llover en cualquier momento. Efectivamente, llegamos a la puerta del velódromo y un cartel decía: "VIRUS SUSPENDIDO POR MAL TIEMPO". Mala leche... ¿y entonces qué hacemos? Eran tipo las seis de la tarde y nos fuimos a tomar un café con leche a una confitería recontra paqueta que queda en Libertador y Dorrego donde sorprendimos al mozo por doblete: primero que no esperaba que pagáramos y lo hicimos y segundo que le pagamos con monedas.
Finalmente, decidimos volver a la casa de Willy y ver después que hacer. Volvimos a la estación, vino el tren y lo abordamos. Nuevamente, colados. Cuando llegamos a la estación Drago -Nos faltaba Villa Urquiza y bajábamos en Villa Pueyrredón- el tren intenta arrancar, hace un metro para atrás, las luces se encendieron con más fuerza y cuando volvió para adelante, pareció arrancar y paró, más que nada porque se estaba prendiendo fuego.
Saltamos todos al anden en medio de escenas de pánico, de coraje, los maridos abandonan a sus mujeres, los niños se aferran a la cubierta, ah no eso es el hundimiento del Titanic, bueno, la cosa es que el tren se estaba prendiendo fuego, uno de esos marrones viejos del viejo ferrocarril Mitre que se caían a pedazos. Pero se controló el fuego y las autoridades decidieron que el tren podía seguir así que "all aboard!" y una vez más estábamos en camino.
Cuestión que metros antes de llegar a la estación Villa Pueyrredón, la figura maléfica del chancho nuevamente... ¡¡¡Boletossssssssssssssss!!!
El tren esta vez parecía no llegar nunca a la estación y apenas fue parando, los chicos fueron saltando (siempre en el sentido en que el tren se mueve) y yo me iba quedando entreteniendo al guarda diciéndole cosas tipo: ¿Qué fue lo que pasó en Drago? ¿Qué cagazo no?¡BOLETOS! Sí, sí... pero dígame porque yo soy amante del ferromodelismo y todo lo que se refiera a los trenes me interesa mucho ¡BOLETOS NENE! sí ya se los doy, pero en fin, bueno, chau, y salté yo cuando la puerta daba justo a la salida de la estación que da a la plaza, me metí por ahí, llegamos todos a Condarco y listo, seguíamos eludiendo.
Comimos unas empanadas en la casa de Willy, boludeamos un rato y decidimos ir a caminar por el centro... ya serían como las diez de la noche y adivinen que método usaron los giles para ir hasta el centro... Por supuesto, el tren.Y nuevamente colados.
Estábamos llegando a Retiro, y el m-i-s-m-o chancho de la vez anterior -el de Drago- nos interceptó cuando ya el vagón se nos acabó. Tuvimos que pagar los boletos y nos fuimos a deambular por el centro.

Cuando volvíamos, tipo dos de la mañana, llegamos a la estación Retiro justo cuando estaba saliendo un tren vía Jose L. Suárez, llegamos a subirnos corriendo y dos chanchos nos miraban con cara de "Cayeron en nuestras manos". Bajamos, y aunque el siguiente tren salía una hora y media después, sacamos boleto, nos compramos un paquete de Kesitas y nos sentamos en ronda en el suelo del anden a cantar canciones de Sui Generis. Creo que empecé yo con "Bienvenidos al tren".


lunes, 25 de enero de 2010

Bolsas

Ahí viene canturreando un hombre trastornado gritando "La suerte se me esconde en los boletos capicúas". Ojos negros. Tez oscura. Los harapos que le cuelgan y en la bolsa de arpillera los boletos capicúas que ha juntado en cuatro décadas.
Ahí viene canturreando una mujer trastornada gritando "Dame todo lo que tengas si querés tener mi amor". Ojos verdes. Tez morena. Las alhajas que le cuelgan y en la bolsa de la feria los diamantes que ha juntado en cinco noches de entrepiernas.
¿Y quién lleva basura y quién lleva riqueza?
¿Y quién carga aun con su alma y quién la ha olvidado en una hoguera?


domingo, 24 de enero de 2010

Secretos (Unplugged 17)

La tarde. Casi las cinco. Hoy más unplugged que nunca: Están arreglando la instalación eléctrica del laboratorio y todo el entrepiso está a oscuras salvo un enchufe del cual me he encargado de conectar -a saber- el centro musical, la cafetera y -recién nomás- mi computadora.


Tengo las manos como atadas... Y a veces es que uno tiene cosas para escribir pero algo no se lo deja hacer. Quizás sea ese mismo algo el que le permite a uno poseer secretos propios, aunque soy de la idea que no existe el secreto hasta tanto no haya al menos dos personas que conozcan el secreto. Se me dirá que uno puede tener como secretos códigos para abrir cajas de seguridad, que no son en general los secretos que me gustan... Los secretos no se reducen a la clave de acceso a Los Pinos II que uno pueda tener. Los secretos son confidencias de un alma depositadas en otra. Ha de suceder siempre que esa alma depositaria tiene una fe ciega en la otra alma y conforme esta fe crezca, las confidencias serán más valiosas para aquel que esté confesándose ante el otro y si el otro tiene una fe ciega similar, sabrá apreciar -y guardar por siempre- el secreto que se le ha dado.
Ahora... esas cosas suyas, muy suyas que uno tiene y que le pertenecen a uno, ¿pueden ser considerados secretos? Sin entrar en detalles, y sin seguir hasta más allá de lo que sigue ahora: ¿Quién levanta la mano diciendo que no tiene ningún tipo de intimidad muy pero muy propio?

Bueno, yo me sentía con ganas de escribir algo... pero algo no me dejó.


jueves, 21 de enero de 2010

La increíble historia del Principe Bacacay.

Para la que nunca tenía sueño.

Cuando me quise dar cuenta, debía estaba amaneciendo ya que empezaba a hacer un poco de frío. Nunca entendí muy bien porque las noches de verano son calurosas hasta las cuatro y después se vuelven frescas como hasta las seis y pico. No podía dormir del dolor que tenía en los ojos, vendados después de la operación del viernes. Habíamos estado hablando casi toda la noche y sin duda no podría contar nada de aquello. ¿Quién me lo iba a creer?....

–Yo la amo –empezó diciendo una voz, como suplicando que lo escuchara– Y ella... ¡ay! si pudiera acercarme a ella.
–¿Y quién se lo impide? –y le di el pie que esperaba, la noche era agradable como para estar en la calle charlando, aparte me olvidaba un poco del dolor.
–Vea –dijo, aunque yo no podía ver– le voy a contar una historia... Hace muchos siglos, cuando esta ciudad no era más que un caserío cercano a un castillo que como ella, ya no está. En ese castillo vivía la familia real. Usted sabe, el Rey, la Reina y por supuesto, sus hijos, los Príncipes, que eran tres: dos varones y una mujer. El mayor de los Príncipes, llamado Bacacay, sería el sucesor de la corona y como se solía hacer en aquellos tiempos, el Rey lo había prometido en matrimonio con una Princesa de un reino vecino. Según lo acordado entre las casas reales, la boda se realizaría cuando el Príncipe Bacacay cumpliera los 14 años.
–Estratégicamente –siguió contando– la unión de las dos casas reales, la de Hilburn y la de Edminister le daría a ambas un poderío bastante importante y la anexión de tierras redituaría en más riqueza para la nueva casa real. Realmente era conveniente. Claro, que el Príncipe no conocía muy bien a quién sería su esposa y futura Reina, o sí la conocía ya que los había presentado cuando se había anunciado el compromiso real. El tenía 6 años y ella 5. Para cuando el Príncipe cumplió los 13, se habían visto sólo en tres ocasiones y a decir verdad, no habían sido nada gratos esos encuentros. Uno a uno –casi con saña– Bacacay le iba encontrando defectos a su prometida y ésta también hacia lo propio. No se llevaban... Es que fundamentalmente nadie, Reyes, Reinas, cortes y hasta el último plebeyo de cada reino se había preocupado por eso. Era algo natural. Los Reyes insistían: debes hacerlo, eres el Príncipe, piensa en el bienestar de tu pueblo. Los cortesanos decían: debe hacerlo, es su destino su majestad, piense en el futuro del reino. Los plebeyos en tanto pensaban... en pagar los impuestos y que si no le gustaba, que era el precio justo que debía pagar por ser el Príncipe.
Había algo que la Princesa compartía con él: Estaba segura de que no quería casarse con Bacacay. Pero... los Reyes, los cortesanos.... ya le he dicho esto... Sus damas de compañía, instruidas por los Reyes, intentaban mostrar las bondades del Príncipe y lo grandioso que era. Sabe tocar el violín, decía una. Lee tanto como Ud., su majestad, decía otra. Recita poesías en francés y canta operas en italiano, decía una con marcada intensión de darle esperanzas a la Princesa.
Así durante días, meses... Pero, para todas y cada una de las cualidades del Príncipe Bacacay ella tenía una refutación. Si era el violín, ella prefería el piano, si era el francés, ella gustaba de los autores italianos.
Sin embargo sus destinos estaba decidido desde hacía años y la fecha de la boda era cada vez más cercana. Comenzaron los preparativos y, finalmente, la boda se concretó. Los primeros meses fueron para ambos tortuosos y como era de esperar, el matrimonio aun no se había consumado, Usted a sabe a lo que me refiero... lo cual empezaba a preocupar tanto a los padres de Bacacay como a los padres de la Princesa, devenida en Reina a la fuerza.
Al cabo de un tiempo cada uno tenía sendos favoritos. Ella, un conde que solía visitar el palacio real y que poco a poco había ido conquistando a la princesa y Bacacay por su parte conoció a una joven cortesana que cautivó con su belleza y sus modos al Príncipe que olvidó todas las formalidades. Al tiempo, no era secreto de nadie su relación con la joven Lev. Si bien los Reyes no estaban enamorados, por vez primera estaban a gusto. Los monarcas de las dos casas reales que trinaban, pero a la pareja disconforme, poco parecía importarle. Hasta habían acordado la situación que los unía sentimentalmente a sus favoritos de alcoba de mutuo acuerdo.
Cuando esto llegó a oídos del Reyes, los encolerizó. De inmediato sus padres trataron de convencer al joven Rey que debía abandonar a esa joven y, como era de esperar él se negó. Los Reyes de ambas casas estaban ofendidos con él, en especial, la malvada madre de la joven Reina quien no podía soportar que su hija fuera rechazada una y otra vez por su esposo y mucho menos que éste tuviera una relación con Lev.
Entonces fue al encuentro de un mago para intentar por medio de pócimas lograr concretar sus deseos. Y dio con un mago chino, tenebroso e impiadoso que preparó un elixir mágico.
Finalmente el Príncipe vuelto Rey a la fuerza bebió el veneno y su suegra burlona le anotició sobre su destino: Lev y tú se amarán eternamente, pero nunca podrán concretar su amor.

Desde ese día y hasta hoy, el Bacacay fue hormiga cuando la Lev fue una planta, fue luz cuando la Lev fue un espejo, fue un pájaro cuando la Lev fue huracán... ¡¡ah mi amigo!!... Por estos días es gato y ella...
–No diga nada –interrumpí– ella es perro.
–Sí –afirmó–.
Ahí fue cuando escuché el primer maullido... Para un no vidente sin experiencia como yo no era fácil encontrar la fuente de la voz. Pero ante el silencio que vino después de ese maullido, mi curiosidad pudo más y levanté un poco el vendaje que cubría mis ojos. Necesitaba ver.
Y no había nadie. Sólo estaba yo y un gato gris que me vio mirarlo. No hizo nada. No dijo nada. ¿Para qué? Si ya me lo había dicho todo.

martes, 19 de enero de 2010

Unplugged 20

No podía ser de otra manera. El unplugged 20 tenía que coincidir con un día lunes. El número cero que forma el veinte, ese mismo cero que nos anoticia de que siempre hay un continuo ida y vuelta, un volver a empezar. La misma sensación que tiene mucha gente un lunes a la mañana, cuando toda la semana anterior con sus logros y sus fracasos queda atrás y estamos otra vez en la base del tobogán. Y probablemente la vida sea eso, ese continuo subir la escalera durante cinco peldaños enormes para disfrutar la libre caída de un sábado y el melancólico recorrido hasta la escalera del domingo.
Y hoy es lunes. No un lunes cualquiera sino el primer peldaño de una escalera cuya caída será un poco más larga, pero seguramente más rápida.
Hay algunas personas que únicamente tienen un tobogán por el que suben, se tiran y vuelven a subir. Su problema reside lógicamente en que lo que ven en la caída es lo mismo. Lo que sienten es lo mismo. Lo que piensan es lo mismo. Una monotonía que los lleva en un principio a desperdiciar el regreso a la escalera para después desperdiciar aun más la caída libre.
¿Libre? ¿Es una caída libre la de aquél que sabe que inmediatamente después de caer deberá volver a subir? Finalmente, adquieren una sensación de aburrimiento que los lleva a realizar la caída cada vez en forma más mecánica, como si sólo se tratara de un trámite para volver a subir, cosa que deploran muchísimo más que el asunto de la caída y de la caminata lenta y pesada por la arena del costado del tobogán. Terminan por olvidar toda sensación de libertad, una depresión en la que quedan suspendidos, quizá cayendo, quizá subiendo, quizá haciendo la caminata hasta la escalera. Si el tobogán es totalmente solitario, nadie estará allí para cuando eso suceda. En cambio, si hay otros en la fila, empezarán a empujarlo para que se mueva.
Otros tienen como una especie de hilera infinita de toboganes alienados. No vuelven desde la caída hasta la escalera del mismo, sino que pasan al que sigue en la hilera. ¿Si disfrutan más? No lo sé.
¿Alguna vez contaron cuantos toboganes hay en la plaza de sus vidas?


viernes, 15 de enero de 2010

Cada gota, cada beso

–Soy infinito –me dijo el cielo esa noche mientras milagros humanos me dejaban oír tu voz. –No importa dónde mires o dónde vayas –siguió diciendo con voz severa– Te envuelvo, te doy día a día y noche a noche un ejemplo de que cualquier cosa que puedas hacer o crear jamás será lo más importante. Con el brillo de cada estrella, no hago más que demostrarte que eso que llaman tiempo es un concepto de juguete.
No pude más que darle la razón, pero tras los guiños de complicidad de la luna y de los planetas de mayor masa, durante un instante esas estrellas de brillo casi eterno dibujaron una constelación con tu cara que duró el tiempo necesario para que el reflejo en cada gota de agua de la laguna permaneciera incorruptible a otros brillos durante toda la noche. Y al otro día, al flotar sobre esas gotas me empapé de ese brillo. Y sentí calor aunque hacía frío. Sentí tus besos aunque no estabas. Y sentí tus manos tocándome en cada gota de agua.


jueves, 14 de enero de 2010

Una leyenda. Una mentira

Todos soportamos a lo largo de nuestra infancia, la lectura por parte de padres, madres, abuelos y hasta tíos, de cuentos intencionados mayoritariamente en hacernos dormir en la noche. Algunas de estas historias tenían sus fundamentos directamente en la fantasía -recordemos sin ir más lejos el caso del pequeño Juan (8) y sus habichuelas mágicas- y otras -las menos por cierto- dejaban entrever el aroma a mistificación de una realidad lejana, como casos aún abiertos y pendientes de la justicia de antaño.
Es sabido que el hombre cuando ve negados los medios para plasmar sus historias, recurre desde sus antepasados al recurso de pasar en generación en generación y en forma de relatos esas historias; relatos que son alterados en forma pero no en fondo para permitir hacer llegar esas historias cuanto más lejos en el tiempo sea posible.
Volviendo al punto, estos relatos llegan a –imaginemos– cinco o seis generaciones posteriores bastante desvirtuados y las cuestiones que lo habían hecho nacer, suponen estar resueltas –con contados casos– u olvidadas. No debemos olvidar que el mejor de todos los abogados es el olvido.
Es por eso que hoy, en una investigación sin precedentes, se sacará del arcón del olvido una de esas historias para llegar a separar verdad de leyenda sobre la vida de Maria de los Remedios Enriqueta Roja (12) más conocida por todos nosotros como Caperucita Roja.

Los elementos históricos. El paralelismo con la leyenda.

La primer y única Maria de los Remedios Enriqueta Roja (12) que aparece en los registros vivió durante los años 1833 a 1845 en lo que es en la actualidad el barrio de Floresta y era la única hija del matrimonio entre Don Miguel Martín de la Cruz Roja (46), entrerriano, nacido en Gualeguaychú en 1806 y Doña Mercedes Segurola Chivilcoy (38), nacida en Bahía Blanca en 1814, y ambos habían contraído matrimonio en 1828. La familia se había radicado a orillas del arroyo Cildañez, cercano a la estancia de la familia Olivera donde ambos trabajaban, uno de los esposos en la cocina y el abocado a la duras tareas rurales.
En esta situación de trabajo, la pequeña pasó sus primeros años al cuidado de su padre, en la cocina de la estancia.
María de los Remedios Enriqueta Roja (12) comenzó a convertirse en una irremplazable ayuda para el personal de la estancia y dada su belleza –amén de su corta edad– era pretendida por muchos de los peones de la finca que habían empezado a apodarla “Caperucita Roja” por la forma en que la niña vestía una pañoleta color blanco sobre su cabeza. Notemos la diferencia precisa que existe entre la realidad y la leyenda que suele pintar a la pequeña con un pañuelo de similares características pero de color rojo. Se puede adentrar en los motivos que pudieron hacer trascender a la pañoleta de un color distinto al real. ¿Acaso es algo que surge para marcar aun más las tendencias políticas de sus padres, o más allá todavía, de los propietarios de la finca? Como hecho comprobatorio de esta teoría, el casco de la estancia de los Olivera, conserva aun el colo rosa. ¿Es un hecho político -resaltar la condición de federales de los Roja- o una mera coincidencia de la historia?

Dolores Candelaria Ensenada Laguna de Chivilcoy.

La señora Dolores Candelaria Ensenada Laguna de Chivilcoy (58), madre de Doña Mercedes Segurota y abuela de la pequeña María, vino a vivir a Buenos Aires en el año 1837. Fue una de las tantas "lecheras" que vestidas con poncho de paño, una enagua y con sus cabezas cubiertas por sombreros de hombre, sorprendía a los desprevenidos gringos casi tanto como la costumbre que empezaron a adquirir los porteños: el mate. Se asentó en las cercanías del arroyo Maldonado.
Su salud fue decayendo rápidamente y era justamente la pequeña María, la encargada de visitar periódicamente a su abuela.

La tragedia de María de los Remedios Enriqueta Roja.

Para poder situarnos en los hechos que desencadenaron en la tragedia, es necesario ubicar -aunque más no sea en forma aproximada– la casa de los Roja, que –por relatos de la época y evaluando viejos documentos– se podría situar en lo que hoy es la calle Monte entre las actuales White y Moretto.
El recorrido lógico de la niña es sin duda, cruzar en línea recta la estancia de los Olivera (Hoy, el Parque Nicolás Avellaneda), llegarse hasta la actual Juan B. Alberdi y llegar por la actual calle Mariano Acosta hasta la iglesia de que actualmente se encuentra en la intersección la avenida Avellaneda y la calle Bahía Blanca, proseguir en dirección norte hasta la orilla de arroyo Maldonado, donde vivía su abuela.
Retomando nuevamente la leyenda, en el pasaje que narra el encuentro de la pequeña Caperucita con el “lobo” que indica maliciosamente el camino más largo hasta la morada de Doá Dolores. No hace falta recordar el hecho de que el "lobo" toma un atajo y logra llegar primero a la casa de la señora de Chivilcoy (58).
Tratemos de precisar el supuesto punto de encuentro de Maria (12) con el “lobo”. Vamos a dar por descartado todo el terreno de la estancia de los Olivera y sus cercanías. Entonces -usando a la leyenda como única referencia- "y fue en el bosque donde el lobo se le apareció a la pequeña Caperucita en el camino a casa de su abuela”, el único posible bosque que podemos encontrar en la zona es una arboleda que aun permanece sobre la actual calle Laguna. ¿Fue allí? ¿Fue en lo que es un una plaza el encuentro entre María de los Remedios Enriqueta Roja con “el lobo”? La respuesta es que sí… es muy probable.
No nos olvidemos de algo que hace tambalear toda la leyenda: La niña conocía a la perfección el camino.

El lobo… ¿Un lobo?

Hasta ahora hemos tomado hasta por omisión el hecho de la existencia de un lobo. Sabido es que Buenos Aires no tiene dentro de su fauna autóctona tales animales y de tenerlos, difícilmente hablaran. Entonces, si no fue un lobo parlante, ni un lobo común y silvestre… ¿Qué fue lo que detuvo a la niña?
Veamos los hechos: una niña cuyo entorno era netamente federal, desaparece junto con su abuela una tarde de 1845. Releyendo aspectos de la historia caemos en cuenta que Don Miguel Martín de la Cruz Roja (46) era oriundo de Gualeguaychú, pueblo que resultara saqueado por la cuadrilla que comandaba Giuseppe Garibaldi (37), cuando combinada con una flota anglo-francesa logran remontar el río Uruguay. Garibaldi intenta atacar Paysandú pero el General Antonio Días ya tenía preparada una resistencia. ¿Cómo y por qué Díaz estaba sobre aviso y ya tenía preparadas sus defensas? Y no hace falta mucho para advertir a paisanos de la familia Roja que lograran escapar del ataque de Garibaldi alertaran a Díaz.
Visto de esa forma, bien puede pensarse una represalia hacia los Roja y, el “lobo” de la leyenda puede ser fácil y lógicamente reemplazado como una representación el león Inglés.

Surge la leyenda.

¿Fue entonces Maria de los Remedios Enriqueta Roja (12) víctima de un secuestro por parte de agentes de la corona inglesa en represalia por alertar miembros de su familia al General Díaz?
Es probable…. la historia puede ser manejada al antojo de aquellos que son capaces de romper las cadenas que atraviesan los ríos.
¿Podemos encontrar en el surgimiento de la leyenda la creación de una historía verídica tratada y amoldada para tontos?

También es muy probable... Nuestra historia está llena de caperucitas y muy vacía de Maria de los Remedios Enriqueta Roja.

Demasiadas vergonzosas mentiras se sobre escribieron con demasiado peso sobre muestras más gloriosas verdades.


martes, 12 de enero de 2010

Julieta y la radicheta

Asistida por la ayuda que le dio Azul Amarillo Rojo, Julieta salió alocadamente en busca de una verdulería de turno en donde pudiera saciar su inquietante ansia de búsqueda frenética. La premisa era concreta: develar el nombre del pigmento de la radicheta.
Corrió unas cuadras y se internó en la feria que se aprontaba a cerrar. Un sucio y ruinoso feriante intentó detenerla, mas Julieta fue rápida en esquivar el artero manotazo, mano negra de tocar papas y batatas, tubérculos arrancados de la tierra en una cesárea comestible.
Se detuvo ante el puesto 4. Sus ojos buscaron con desesperación en cada rincón. Sola. Silencio y las pocas luces que quedaban aun encendidas, las de los puestos que daban a la avenida, le daban una iluminación fantasmal al lugar. Pasos. Silencio. Sombra.
-Busco el nombre del pigmento de la radicheta -Inquirió a la sombra, temerosa.
Silencio. El silencio que solamente se quebraba cuando el semáforo habilitaba nuevamente la loca carrera de los automóviles en la avenida.
–Hola... ¿Queda alguien aun? ¿Está el verdulero? Necesito saber el nombre del pigmento de la radicheta, sabe, lo necesito para un trabajo de biología en la escuela...
Hay un momento, cuando el silencio parece que se quiebra por una presencia. Ese momento parecía llegar. Parada sola en el medio de ese callejón de 100 metros, rodeada de nada y de todo. Los pasos… los pasos que se acercaban lenta y pesadamente, torpes en la oscuridad. Esa sombra casi siniestra que no era su dulce sombra, sino otra. El silencio de la avenida auspiciado por el cambio del semáforo. Quietud. Julieta repitió la frase: -Busco el nombre del pigmento de la radicheta. Mas esta vez sí obtuvo respuesta. Una voz que retumbaba en las vacías paredes del oscuro callejón.
–Bueno, este miran… yo soilquecuida, y no te saberla decir, a lo mejor Raúl… estespera…. porquenunadesa ya se fue, ¡Raúl! Raúl vive en Moreno, tiene que tomarse el 181 hasta Ramos y ahí el tren… y si pierde el rápido, pobre… no llega más a la casa…
Como desde el más allá, la voz de Raúl.
–¿Qué pasa, José? –preguntó Raúl.
–Cuchame Raúl, ¿vo sabé el nombre del pimento e´la radicheta?
Julieta, liberada de cualquier temor avanzó hasta donde la voz de Raúl provenía. Encaró la nada y dijo con voz firme una vez más: –Busco el nombre del pigmento de la radicheta.
–Pero no es época de radicheta –se oyó.
–Okay, pero yo solamente busco el nombre del pigmento de la radicheta, no radicheta.
–Ay, mirá… yo soy empleado, tendrías que hablar con el dueño, él viene temprano a eso de las 9... yo, la verda´ no te puedo ayudar, sino´cantado.

Los temores se olvidaron, y en cuanto estuvo fuera de la oscura feria, se sintió mal. Una pesada lágrima mojó la mejilla de Julieta. Había sentido temor en esa oscuridad pero estaba decidida a todo para conseguir lo que buscaba. En vano...
–¡Ufa! –se dijo para sus adentros. Apoyó toda la mano en la botonera del portero eléctrico del edificio lindante a la feria y sin esperar respuesta, esta vez sí salió corriendo.

sábado, 9 de enero de 2010

Un Renault 9 negro.

Nunca me gustó cruzar las barreras. Y ahora menos. Las cruzo estrictamente como dice el manual y el sentido común: Si no hay espacio, no cruzar. Si la barrera empieza a bajar, no cruzar.
Y en eso estaba hoy, cruzando la barrera del San Martín por Nazca. Son 4 vias, es un paso a nivel muy largo de cruzar y empieza a bajar la barrera y frene.
Despues vino el golpe de atras y al mirar por el espejo un pelado que puteaba. Me baje de auto.
-¿Cómo vas a frenar?
-Esta bajando la barrera
-Tenes que cruzar igual, cómo no vas a cruzar

Y le conté de vos, pero no le importo demasiado... Estaba muy preocupado aunque los autos no sufrieron mayores daños... al mio le salto un poco de pintura de abajo del paragolpes de atras, pero nada serio.

miércoles, 6 de enero de 2010

Estudio, dia 7

Hoy ni lo toqué a Berlo, pero fui a visitar el estudio de Fm La Tribu en donde me esperaba Sabina.
Sabina me mostró los equipos, me contó un poco del software que usan, me contó de su experiencia en la radio y en el Iser. La gente del programa que iba a salir de 18 a 19 no fue asi que vi como la piloteaba armando una tanda de una hora de musica para llegar a las 19 en donde si hubo programa en vivo, con llamados telefonicos, musica y mate por supuesto.

martes, 5 de enero de 2010

Estudio, día 6

Leer el libro de Berlo me está consumiendo más café que el estimado anteriormente. Por otro lado, el starbucks del Unicenter es un kilombo de ruido en donde ni siquiera es posible establecer una comunicación con uno mismo, como mi amigo David K. Berlo dice. 


Como sea, llegué al final del capítulo 5. Parecerá poca cosa, pero es bien denso. Por otro lado, mañana voy a sumar  -al ya conocido estudio de Radio Quasar- la visita a Fm La Tribu gracias a Sabina Mina, que fue la única que me contestó de todas las radios a las que les mandé mails. Y entre jueves y viernes, si Ramo Pol lo dispone, iré a Canal 7.

Ay haloscan...

Después de 4 años de brindar el servicio para los comentarios del blog, Haloscan decidió empezar a cobrar. Ergo, volvi a la forma tradicional de comentarios de Blogger... y perdí tooooooodos los comentarios del blog.

lunes, 4 de enero de 2010

Subir o no subir.

Ya sé lo que me vas a decir... que nunca subí. Me lo han dicho varios, todo el tiempo me preguntan si subi o no subi a verte. Subir es aceptar una realidad que todavía, de alguna forma, me niego a aceptar. No sé si es un argumento válido o no, no me interesa. Estoy con vos, sé lo que te paso. Sé como estás cada día. Sé que hoy moviste más una pierna que la otra, sé si abriste los ojos, sé como respiras. Lo unico que todavía no sé, es como subir esa escalera.

sábado, 2 de enero de 2010

Estudio, día 5

Anoche descubrí que compré la versión Rayuela de "El proceso de la comunicación". Lo encuadernaron con poca pericia...

MMX

Ella lo sintetizó todo en una frase. Que podamos decirte feliz año, donde quiera que estés.

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