domingo, 24 de octubre de 2010

A veces uno necesita ir donde todo el mundo conoce tu nombre.

Domingo. Ya desayuné. A medias, porque con lo que quedaba de yogur no llenaba el vaso. Alguna vez trataré de encontrar explicación de por qué no siempre me rinde lo mismo un sachet de yogur. Siendo que todos traen un litro, a veces puedo tomar 4 vasos, otras veces 5 o, como hoy, encontrarme que no tengo ni medio vaso. Y por supuesto, no tengo más. El no tener más hace juego también con la mermelada, con los huevos -queda uno- con el aceto -tengo la botella vacía al lado de la cafetera, como si fuera un post it- el papel higiénico, champignones trozados.
Vestido y resignado, armado con una lista que hice en la que en vez de anotar lo que faltaba anoté lo que sí había, celular y auriculares, encaré para el Coto de Segurola. Eran las 11 de la mañana y al parecer, a todo floresta le pareció oportuno ir al Coto de Segurola, según pude notar cuando encontré el último chango libre -con severas fallas en sus ruedas, por cierto- e ingresé al salón de ventas.
Cuando uno va a un supermercado grande, termina comprando un montón de boludeces y olvidando la sal que fue lo que originalmente fue a buscar. Con la premisa de no dejarme distraer con esas cosas, logré meter en el carrito todo lo que me hacía falta, manteniendo el nivel de boludeces en lo aceptable -un pote de jrein-.
Mientras iba por los pasillos David Byrne me sonaba en los auriculares cantando eso de "we're on a road to nowhere" y le encontré un nuevo sentido.
Cuando encaré para la linea de cajas, me di cuenta que había calculado mal. No estaba toda la gente de floresta: Estaba la de Floresta y la de Monte Castro, Anibal Ibarra incluído. Una locura, por lo que decidí huir del lugar.
Como buen ciudadano, fui, dejé las cosas de heladera en una heladera, y me fui.
Pero claro, el miércoles va a estar todo cerrado y mis supplies seguían igual, razón por la cual, me mandé al chino de abajo de casa, al que voy siempre. De nuevo, con los auriculares -los chinos de abajo se ve que extrañan y pasan música en chino a todo volumen... Suena todo como Miranda! pero on backwards.

El chino de abajo ya van varias veces que pasa cosas por el lector de barras y no le salen los precios y pone manualmente: 2.50 sea lo que sea. Me redondea para abajo, me saluda cuando entro -o eso creo-... pero eso si... siempre cash. La cosa que a mi se me ocurrió pagarle con débito. Le di la tarjeta y como en ningún momento me iban a hablar en algo que entendiera -o que escuchara, porque Miranda! al revés sonaba a pleno- seguía con los  auriculares. La china corto el tique, lo dejo enrollado a mi tarjeta, llamo a otro chino -el chino capo, que es el que está de pantalón negro, camiseta, saco negro, ojotas y sostiene un cigarrillo que es pura ceniza y en una mano tiene una uña larga en un dedo de la mano. Este a su vez fue a buscar a otro chino que trajo a su vez a otro chino que finalmente paso el plástico por el postnet y pude pagar.
Me agradecieron la compra, y siempre sonriendo, nos despedimos.

Cualquiera compra en un chino... pero en serio, pagar con débito, completa la experiencia.



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