lunes, 14 de febrero de 2011

Días 24 a 29: Puerto Madryn (3)

Mauro siguió derecho toda la noche. Para cuando me levanté y bajé a desayunar, dormía en una de las hamacas paragauayas. En realidad, no dormía: estaba inconsciente. Stephanie cada tanto le sacudía la hamaca y él ni se mosqueaba. Adelein estaba preocupada sobre a qué hora íbamos a salir, pero creo que estoicamente aceptó que iríamos simplemente, más tarde, sin que ese "más tarde" pudiera ser precisado en un reloj.
Lucas logró revivirlo a Mauro y finalmente arrancamos para la península.

Adelein se sentó adelante. De las dos, ella habla menos español y lo que habla lo mezcla con italiano. Y aparte le pone onda. La entendí perfectamente cuando agarrada a la pasamanos que tiene sobre la puerta delantera Clemente con las dos manos dijo: Ustedes manejan muy raro.

Llegando al puesto de entrada de la península, donde cobran la entrada les dije: Ustedes se callan la boca y no dicen ni hola. Hablo yo y nada más. De esa manera, los tres pasamos como de Buenos Aires. Yo de Floresta, y ellas de Versailles y de Liniers, respectivamente (¿?)

Entramos a Puerto Pirámides poco menos que famélicos y encaramos directamente para Quimey Quipan (Donde ya había estado en 2007) y Lupe, Lucas y yo pedimos la pesca del día con distintas salsas: Aleta de raya. Delicioso.

Después al agua. La playa de Puerto Pirámides es increíble. Es una pileta de natación infinita como el mar. El agua es absolutamente incolora y aun con el agua (Opción 1: a la altura del cuello, uno puede verse los pies. Opción 2: por el gañote, uno se sigue viendo las patas)

Nos encontramos con otros chicos que estaban tambien en el hostel (Melisa, Yanina y Martín que estaban en excursión). Hicimos las actividades clásicas de playa: tomamos un poco de sol, unos mates, unas cervezas, pateamos un poco una pelota con poca gracia -nosotros no teníamos gracia...- y como el clima empezó a (opcion 1: desmejorar. Opción 2: ponerse choto) nos fuimos primero caminando para ver el esqueleto de ballena franca austral que preservan junto a la Avenida de las Ballenas y después volvimos a los autos para ir hasta la lobería. Para llegar ahí, hay que tomar un camino descendiente bastante malo. Después de sacar las fotos con los lobos, el clima nos empezó a correr. Se vino una tormenta de viento y arena que hizo que subir hasta la ruta desde la lobería fuera bastante complicado.

Ya regresados a Puerto Madryn, nos aprestamos a la cena. Yo no tenía nada para cocinar, sobretodo me faltaban ganas. Lucas y Mauro iban a ir a por una pizza y me acoplé. Salimos los tres, con Lupe a quién me dí cuenta que habíamos perdido cuando llegamos a la pizzería. Le pregunté a los chicos y me dijeron que se había ido a comprar morfi a un lugar llamado El Bodegón, que vendian cordero hecho muy bueno y barato. La puja cordero-pizza fue desigual, además ¿Cómo resistirse a un lugar llamado El Bodegon?

Me encontré con Lupe ella ya había pedido un plato llamado "olla patagónica" (A saber: cordero, papas, tomates secos, hongos secos, panceta, zanahoria, salsita) por la módica suma de 48$

Para matizar la espera, y para variar a tanta cerveza, compré una botella de gancia, una sprite y unos limones, para la hora de la sobremesa y sumarla una alternativa más a la birra, el vino y el fernet. Pero salvo Alejandra, la amiga de Lupe, a quién le preparé dos vasos, el resto se mantuvo fiel a las otras bebidas... como sea: no quedó nada de Gancia.

Al día siguiente, mientras desayunábamos todavía, a Leticia -que salió a comprarse cigarrillos y que era su último día de vacaciones, se la llevó puesta una bicicleta. Se dobló la mano. La ayudaron y la llevaron hasta un hospital donde le sacaron una placa y le dijeron que estaba esquinzada. Le siguió doliendo, se hizo ver por otro médico, le dijeron lo mismo. Cuando volví a hablar con ella, ya de regreso en Buenos Aires, estaba quebrada.

En tanto, yo mi último día en Madryn lo usé para ir al Ecocentro. Me hice la caminata desde el hostel. Aunque no es muy lejos, tardé bastante: en un momento encontré una sombra cerca de la playa, y me hice una siesta a pocos metros del mar.


Intermezzo poético.


            Camino otra vez hacia el sur por la orilla de la mar.
            No me pidas que la mirar las suaves olas romper 
            me detenga a recordar el triste resonar
            de las ruedas de metal de tu repleto vagón
            dejando atrás la estación
            debajo de la ciudad.
            Prefiero mirar el mar, 

            aunque te tenga que extrañar.


Fin del intermezzo

El Ecocentro es un muy lindo lugar cuyo mayor atractivo -para mi, claro- resultó una instalación en una sala donde reproducen los sonidos y la sencación visual del fondo del mar.

El plan para la ultima noche en Madryn era ir a comer a un restaurante sobre la playa -Vernardino (si, con V)- donde fuimos con Lupe, Claudia y su hermana Luciana, Natalia -mi nueva compañera de habitación- y Julian. En un momento, se acercó a nuestra mesa un pibe vendiendo flores al que le dije: Flaco... somos dos, ellas son cuatro... no necesitamos flores, necesitamos un milagro.



Para esas horas ya tenía decidido viajar hasta Tandil al día siguiente. Son más de 1000 km y necesitaba estar bien despierto. Razón por la cual, me perdí la joda a la que fueron prácticamente toooodos en el hostel al punto que fue raro encontrar el lugar de reunión, los sillones del jardín, vacíos.

Al día siguiente, tomé el desayuno, esperé para despedirme de quienes se fueran despertando más o menos temprano. Pude saludar solo a Claudia, Luciana, Natalia y al bueno de Harris que siguiendo mi consejo se iba para Bariloche.

Finalmente, dejé Puerto Madryn y volví a tomar la RN3 con rumbo norte. Pero esta vez no iba a hacer todo el trayecto por ahí sino que iría por la RN3 hasta la RN251, de ahi hasta la RN22 y de ahi, nuevamente hasta la RN3... ahorra unos kilometros.Y yo tenia muchos por delante.


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