miércoles, 2 de febrero de 2011

Dias 24 a 29: Puerto Madryn (1)

Ni bien se hicieron las 7 me fui al hostel. Me habían dicho por teléfono que a esa hora ya podía ir. Antes me tomé un café con leche en el ACA, lo cual resultó un gasto inútil ya que cuando llegué a El Gualicho me dijeron que si bien la cama no iba a estar libre hasta la una, podía quedarme y tomar el desayuno. Como tenía que aguantar hasta esa hora despierto, me clavé tres café más.
Noté que había un anuncio sobre un asado en el hostel, al que decidí apuntarme porque era una buena oportunidad de conocer gente. Cuando por fin me dieron el verde para poner mis cosas, bajé todo -pude dejar a Clemente en el estacionamiento del hostel, que queda en el centro donde cobran estacionamiento- y me preparé alguna cosa de comer. En vez de irme a dormir, decidí salir a caminar un poco por la Madryn.

Es raro volver a una ciudad de turista en la que A) ya estuviste B) estuviste en inverno C) estuviste con tu pareja.

En verano tiene otros atractivos que compensan la falta de ballenas: El obvio, la playa. No es mi favorito. Ir a la playa solo tiene poca gracia. Pero caminé bastante por la playa, que es lo que más me gusta hacer -además de tomar mate y comer churros, claro- en la playa. Seguido de la playa viene el buceo. No es para mi. Si bien el proceso de downsizing avanza, todavía no quepo en un traje de neoprene y el agua está lo suficientemente fría como para que sea necesario usarlo. Una picardía, porque me hubiera gustado. Hay algunas excursiones de avistajes, aunque solo una sale de Madryn y son los muchachos del proyecto Iris que salen a hacer avistaje de delfines. Excursión que decidí tomar. Después quedan Punta Tombo y Peninsula Valdes. El atractivo de Punta Tombo son los pingüinos, que ya había visto en Monte Leon. Y -para mí, claro- el atractivo de la península era la playa de Puerto Pirámides, también conocida como la mejor playa de la patagonia, con merito propio para que sea así.

De modo que esa tarde caminé un poco, contraté la excursión para las 8 de la mañana del día siguiente y, siguiendo lo que alguna vez dijo mi profe Eduardo Esarte sobre como encontrar la radio de un pueblo, mirando donde estaba la antena llegué hasta los estudios de LU17, Radio Golfo Nuevo. Me presenté, como en todas las otras radios en la que había estado, diciendo que era estudiante del ISER y me hicieron esperar un poco en una recepción. Creí por un momento que no me iban a dejar entrar. La chica que me atendió avisó de mi presencia via IRC y después de un rato, me hizo pasar directamente al estudio de la radio donde me recibió el conductor del programa que me preguntó -y anotó- mi nombre y empezamos a charlar -estaba en una pausa el programa- sobre mi viaje, sobre mis visitas a las radios y todo eso. Realmente le interesó lo que yo le contaba, tanto que cuando estaba por volver al aire, me dijo escuchá por aca -tienen medio auricular para monitorear, sin vincha, para sostenerlo con la mano. Instintivamente manoteé el celular y lo puse en silencio justo cuando la luz de aire se encendió. El conductor contó que yo estaba en el estudio, resaltando lo importante que era que me interesara en las radios patagónicas, porque las radios patagónicas cumplen una función social muy importante, y me tiró algunas preguntas que contesté al aire. Me quedé todo el bloque, contando no solo lo de las visitas a las radios sino también sobre el viaje en sí, después de un móvil   con el secretario de turismo de Madryn.



El asado comenzaba a las 21:30. En el quincho del hostel se había preparado una mesa larga para todos los comensales, que seríamos unos 20... o algo así, la mayoría un grupo bastante grande de españoles. Gente grande, que pronto se pondría bastante alegre entrándole al tinto por aquello de que "al que no le gusta el vino es un animal"
Quedé sentado junto a una parejita australiana y frente a un chico sueco, Harris que vino a romper el mito que todos los suecos son rubios y altos. Harris no era ninguna de las dos cosas.
Les di una clase gratuita de como se debía hacer y comer un choripan, que todos los extranjeros apreciaron de buen modo al punto que todos estaban con un choripan en la mano disfrutando de aquello que para nosotros es tan común.

Tinto mediante, nos pusimos a hablar con Harris. Nos contamos de nuestros respectivos viajes, le recomendé para donde seguir porque no tenía todavía claro, yo le conté de donde venía y en eso estábamos cuando del grupo de los gallegos uno me señala con la mano al grito de: ¡Qué tu eres vasco!

-No, no soy vasco
-Pues na, hombre... que tienes toda la contextura de un vasco. ¡Que tu eres vasco!
-No, me llamo Adrian, soy de Buenos Aires... nací acá, en Argentina.
-Y cual es tu apellido. -Le digo mi apellido y replica- ¡Qué te lo has cambiao!
-Dejalo tranquilo al muchacho -intervino una gallega- no ves que no es vasco
Aproveché para buscar en mi porta documentos, mi registro de conducir y se lo di a la señora que tenía más o menos un poco más de grado de sensatez
-Ves, aquí lo dice clarito: es de buenos aires y es argentino
-Que es vasco -insistía el loco, calculo yo que fruto de la mamua que le habia provocado el tinto

Me tocó levantarme bien temprano, para ir a la excursión. Además, con la noche anterior hecha en el auto, dormir en una cama estuvo muy bueno. La excursión comenzó por visitar un barco semi hundido, después unos nidos de cormoranes y más tarde una lobería. A partir de ahi, el piloto del bote y su asistente empezaron a buscar delfines en el medio del golfo. Debo confesar que tenía pocas esperanzas de verlos, porque veía cierta preocupación en la cara de los dos "expertos" que buscaban en el horizonte con binoculares. Finalmente, aparecieron. Alguien de los que venía en el paseo los vió por el lado de popa, de modo que giramos y fuimos hacia ellos.

Tal como me había pasado en 2007 con las ballenas, no había un par de delfines, había montones y parece ser que también es curioso y le llamamos la atención de modo que se acercan al bote, saltan, nadan, dan vueltas una y otra vez como diciendo: ¡¡¡HUMANOSSSSSSS!!!

Cuando nos alejamos de ellos, y volvíamos a puerto, me hice flor de siesta... ¿Saben? Dormir acunado por las olas es genial.


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