domingo, 31 de enero de 2010

Analogias (Unplugged 28)

Estoy empezando a cansarme de la tendencia a digitalizar el Universo. La perfección del mismo, aún cuando esto parezca irritar a los ingenieros electrónicos de la Sony, es decididamente analógica. La música, la pintura, la escultura, todos los medios de expresión alcanzan la perfección en lo analógico. Una pincelada es hasta el infinito analógica. Un color salido de la paleta del peor pintor, guarda hasta en su esencia su propio color. El sonido de la cuerda de un violín, o la vibración de la lengüeta de una trompeta, es una onda, suave, alta y duradera hasta el momento en que el aire no puede ya ser conmovido por ella.
La alocada tendencia del hombre a medirlo todo, a conocer precisiones hasta ridículas hace de inspiración a ejércitos de ingenieros, físicos y científicos.
¿Qué otra cultura sino la actual, ésta en la que nos toca vivir - se regocija tanto en inventarse dilemas abstractos y hasta incomprensibles? Tanto vale un micro, que en su mensuramiento se invierte más proporcionalmente que en líneas de transporte. Conocer un el comportamiento de un circuito al ser activado involucra una matemática precisa y compleja de la que me río con lástima -y por comprenderla- cuando uno sabe que la tensión que tengo en mi casa no es ni constante ni de frecuencia fija.
Las costosas cámaras digitales de fotografía nos mostraran una imagen formada por puntitos cuadrados sobre el monitor muy parecida a una foto convencional -analógica, por cierto- de las cataratas del Iguazú.
La técnica para obtener una digitalización se basan en un muestreo y no en una captación y será muy perdurable un disco compacto, pero sigue siendo una muestra, un pedacito del original.
Nos parece alegrar y conformar el hecho de que todo se pueda transformar en pulsos eléctricos, sin pensar que el precio que estamos pagando por digitalizar el mundo, es no volver a apreciar el mundo como tal.


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