martes, 12 de enero de 2010

Julieta y la radicheta

Asistida por la ayuda que le dio Azul Amarillo Rojo, Julieta salió alocadamente en busca de una verdulería de turno en donde pudiera saciar su inquietante ansia de búsqueda frenética. La premisa era concreta: develar el nombre del pigmento de la radicheta.
Corrió unas cuadras y se internó en la feria que se aprontaba a cerrar. Un sucio y ruinoso feriante intentó detenerla, mas Julieta fue rápida en esquivar el artero manotazo, mano negra de tocar papas y batatas, tubérculos arrancados de la tierra en una cesárea comestible.
Se detuvo ante el puesto 4. Sus ojos buscaron con desesperación en cada rincón. Sola. Silencio y las pocas luces que quedaban aun encendidas, las de los puestos que daban a la avenida, le daban una iluminación fantasmal al lugar. Pasos. Silencio. Sombra.
-Busco el nombre del pigmento de la radicheta -Inquirió a la sombra, temerosa.
Silencio. El silencio que solamente se quebraba cuando el semáforo habilitaba nuevamente la loca carrera de los automóviles en la avenida.
–Hola... ¿Queda alguien aun? ¿Está el verdulero? Necesito saber el nombre del pigmento de la radicheta, sabe, lo necesito para un trabajo de biología en la escuela...
Hay un momento, cuando el silencio parece que se quiebra por una presencia. Ese momento parecía llegar. Parada sola en el medio de ese callejón de 100 metros, rodeada de nada y de todo. Los pasos… los pasos que se acercaban lenta y pesadamente, torpes en la oscuridad. Esa sombra casi siniestra que no era su dulce sombra, sino otra. El silencio de la avenida auspiciado por el cambio del semáforo. Quietud. Julieta repitió la frase: -Busco el nombre del pigmento de la radicheta. Mas esta vez sí obtuvo respuesta. Una voz que retumbaba en las vacías paredes del oscuro callejón.
–Bueno, este miran… yo soilquecuida, y no te saberla decir, a lo mejor Raúl… estespera…. porquenunadesa ya se fue, ¡Raúl! Raúl vive en Moreno, tiene que tomarse el 181 hasta Ramos y ahí el tren… y si pierde el rápido, pobre… no llega más a la casa…
Como desde el más allá, la voz de Raúl.
–¿Qué pasa, José? –preguntó Raúl.
–Cuchame Raúl, ¿vo sabé el nombre del pimento e´la radicheta?
Julieta, liberada de cualquier temor avanzó hasta donde la voz de Raúl provenía. Encaró la nada y dijo con voz firme una vez más: –Busco el nombre del pigmento de la radicheta.
–Pero no es época de radicheta –se oyó.
–Okay, pero yo solamente busco el nombre del pigmento de la radicheta, no radicheta.
–Ay, mirá… yo soy empleado, tendrías que hablar con el dueño, él viene temprano a eso de las 9... yo, la verda´ no te puedo ayudar, sino´cantado.

Los temores se olvidaron, y en cuanto estuvo fuera de la oscura feria, se sintió mal. Una pesada lágrima mojó la mejilla de Julieta. Había sentido temor en esa oscuridad pero estaba decidida a todo para conseguir lo que buscaba. En vano...
–¡Ufa! –se dijo para sus adentros. Apoyó toda la mano en la botonera del portero eléctrico del edificio lindante a la feria y sin esperar respuesta, esta vez sí salió corriendo.


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