martes, 26 de enero de 2010

El día de los chanchos (Unplugged 8)

Son las tres y media de la tarde y no sé todavía sobre qué escribir este unplugged de hoy... pasa que cuando me siento en la computadora me vienen recuerdos a la memoria que me dan ganas de anotarlos todos juntos ahí mismo aunque no se entienda nada después. Lo que pasa es que escribir cosas que le han pasado a uno, puede convertirse en un lazo cerrado (como un 10 goto 10) por ejemplo: Hoy escribo que estoy escribiendo esto, en donde escribo que estoy escribiendo esto, en donde escribo que estoy escribiendo esto, en fin no tendría mucho contenido, mejor dicho, tendría mucho contenido... tanto que no se percibiría la diferencia. Me acuerdo de la peluquería de Nato, en Gaona y Trelles en donde solía cortarme el pelo. La barbería tenía dos espejos enfrentados, en uno se reflejaba el otro que estaba reflejando al otro espejo y la cadena se repetía ad infinitun formando un efecto que fue utilizado por primera vez en la televisión por Pipo Mansera en sus Sábados Circulares.
Bueno volviendo al menú de temas para hoy, de todos voy a elegir un episodio que ese día denominamos "El día de los chanchos".

Sucedió en 1987 -si la memoria no me falla-. Con mi prima Rosita íbamos a ir -junto con Sergio, Willy, Cecilia y algún otro más que se me escapa ahora- a ver a Virus al velódromo municipal -no el KDT, sino el que está atrás del hipódromo- Ella vino para mi casa y salimos con rumbo a la estación Retiro. En esas épocas en cuando uno dispone de tiempo y para ir a Quilmes pasa primero pasa por Zárate, con Rosita preferimos irnos hasta Retiro, tomarnos el tren hasta la estación 3 de febrero en donde nos encontraríamos con los demás que venían del otro lado desde Villa Pueyrredón y desde ahí, caminar unas pocas cuadras hasta el velódromo.
Colectivo entonces hasta Retiro y decidimos colarnos en el tren, total -pensamos- por una estación...-  y nos mandamos al andén de cabeza y subimos al tren que ya estaba por salir.
Sábado a la tarde, Magoya toma el tren ese... así que cuando estábamos por llegar a la estación, vi que venía el guarda (chanchito querido) y le dije a Rosita que fuéramos caminando para el fondo, pero así y todo, nuestra velocidad de escape no fue suficiente y el hombre de la maquinita y la gorra se nos abalanzó justo en el instante en que nuestro vagón entraba en el anden.
Cuando me pidió el boleto le contesté: "Ya bajamos, lero lero" y zafamos por un pelito.
Esperamos dos trenes que venían del otro lado y llegaron los demás. Salutaciones de por medio emprendimos las cuadras hasta el velódromo. Detalle: el día estaba horrible. Había llovido por la mañana y parecía que iba a llover en cualquier momento. Efectivamente, llegamos a la puerta del velódromo y un cartel decía: "VIRUS SUSPENDIDO POR MAL TIEMPO". Mala leche... ¿y entonces qué hacemos? Eran tipo las seis de la tarde y nos fuimos a tomar un café con leche a una confitería recontra paqueta que queda en Libertador y Dorrego donde sorprendimos al mozo por doblete: primero que no esperaba que pagáramos y lo hicimos y segundo que le pagamos con monedas.
Finalmente, decidimos volver a la casa de Willy y ver después que hacer. Volvimos a la estación, vino el tren y lo abordamos. Nuevamente, colados. Cuando llegamos a la estación Drago -Nos faltaba Villa Urquiza y bajábamos en Villa Pueyrredón- el tren intenta arrancar, hace un metro para atrás, las luces se encendieron con más fuerza y cuando volvió para adelante, pareció arrancar y paró, más que nada porque se estaba prendiendo fuego.
Saltamos todos al anden en medio de escenas de pánico, de coraje, los maridos abandonan a sus mujeres, los niños se aferran a la cubierta, ah no eso es el hundimiento del Titanic, bueno, la cosa es que el tren se estaba prendiendo fuego, uno de esos marrones viejos del viejo ferrocarril Mitre que se caían a pedazos. Pero se controló el fuego y las autoridades decidieron que el tren podía seguir así que "all aboard!" y una vez más estábamos en camino.
Cuestión que metros antes de llegar a la estación Villa Pueyrredón, la figura maléfica del chancho nuevamente... ¡¡¡Boletossssssssssssssss!!!
El tren esta vez parecía no llegar nunca a la estación y apenas fue parando, los chicos fueron saltando (siempre en el sentido en que el tren se mueve) y yo me iba quedando entreteniendo al guarda diciéndole cosas tipo: ¿Qué fue lo que pasó en Drago? ¿Qué cagazo no?¡BOLETOS! Sí, sí... pero dígame porque yo soy amante del ferromodelismo y todo lo que se refiera a los trenes me interesa mucho ¡BOLETOS NENE! sí ya se los doy, pero en fin, bueno, chau, y salté yo cuando la puerta daba justo a la salida de la estación que da a la plaza, me metí por ahí, llegamos todos a Condarco y listo, seguíamos eludiendo.
Comimos unas empanadas en la casa de Willy, boludeamos un rato y decidimos ir a caminar por el centro... ya serían como las diez de la noche y adivinen que método usaron los giles para ir hasta el centro... Por supuesto, el tren.Y nuevamente colados.
Estábamos llegando a Retiro, y el m-i-s-m-o chancho de la vez anterior -el de Drago- nos interceptó cuando ya el vagón se nos acabó. Tuvimos que pagar los boletos y nos fuimos a deambular por el centro.

Cuando volvíamos, tipo dos de la mañana, llegamos a la estación Retiro justo cuando estaba saliendo un tren vía Jose L. Suárez, llegamos a subirnos corriendo y dos chanchos nos miraban con cara de "Cayeron en nuestras manos". Bajamos, y aunque el siguiente tren salía una hora y media después, sacamos boleto, nos compramos un paquete de Kesitas y nos sentamos en ronda en el suelo del anden a cantar canciones de Sui Generis. Creo que empecé yo con "Bienvenidos al tren".



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