martes, 19 de enero de 2010

Unplugged 20

No podía ser de otra manera. El unplugged 20 tenía que coincidir con un día lunes. El número cero que forma el veinte, ese mismo cero que nos anoticia de que siempre hay un continuo ida y vuelta, un volver a empezar. La misma sensación que tiene mucha gente un lunes a la mañana, cuando toda la semana anterior con sus logros y sus fracasos queda atrás y estamos otra vez en la base del tobogán. Y probablemente la vida sea eso, ese continuo subir la escalera durante cinco peldaños enormes para disfrutar la libre caída de un sábado y el melancólico recorrido hasta la escalera del domingo.
Y hoy es lunes. No un lunes cualquiera sino el primer peldaño de una escalera cuya caída será un poco más larga, pero seguramente más rápida.
Hay algunas personas que únicamente tienen un tobogán por el que suben, se tiran y vuelven a subir. Su problema reside lógicamente en que lo que ven en la caída es lo mismo. Lo que sienten es lo mismo. Lo que piensan es lo mismo. Una monotonía que los lleva en un principio a desperdiciar el regreso a la escalera para después desperdiciar aun más la caída libre.
¿Libre? ¿Es una caída libre la de aquél que sabe que inmediatamente después de caer deberá volver a subir? Finalmente, adquieren una sensación de aburrimiento que los lleva a realizar la caída cada vez en forma más mecánica, como si sólo se tratara de un trámite para volver a subir, cosa que deploran muchísimo más que el asunto de la caída y de la caminata lenta y pesada por la arena del costado del tobogán. Terminan por olvidar toda sensación de libertad, una depresión en la que quedan suspendidos, quizá cayendo, quizá subiendo, quizá haciendo la caminata hasta la escalera. Si el tobogán es totalmente solitario, nadie estará allí para cuando eso suceda. En cambio, si hay otros en la fila, empezarán a empujarlo para que se mueva.
Otros tienen como una especie de hilera infinita de toboganes alienados. No vuelven desde la caída hasta la escalera del mismo, sino que pasan al que sigue en la hilera. ¿Si disfrutan más? No lo sé.
¿Alguna vez contaron cuantos toboganes hay en la plaza de sus vidas?



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