sábado, 22 de enero de 2011

Días 16 a 21: Un lugarcito en el mundo.

Voy a confesarlo redondamente. Salí de El Calafate con tres días reservados el hostel "Lo de Trivi" en El Chalten con esta torpe idea en la cabeza: descansar, hacer la excursión al glaciar Viedma y caminar por el pueblo. Con el correr de mis días en El Calafate había escuchado algunas cosas sobre El Chalten, pero ni por asomo me podía imaginar con lo que me iba a encontrar.

Primero empecé por restarle importancia al hecho de manejar por la Ruta Nacional 40, cuyo recorrido completo es un objetivo a realizar en el futuro, aunque confieso que en una parada técnica consideré seriamente la idea de agravar el delito de orinar en la vía pública y llevarme uno de los carteles indicadores de la ruta.

Todo el tramo de enlace de la RN40 está asfaltado -actualmente, hasta la entrada de Tres Lagos, donde finaliza la RN288- y los paisajes que se empiezan a abrir a medida que se deja atrás el lago argentino y se llega al lago viedma son de locura. La ruta tiene indicados los paradores con puntos panorámicos, con lugar para estacionar y apreciar un paisaje de no creer.

En uno de esos paradores, me crucé por primera vez son Naranjito. Naranjito es un Citröen 2CV, modelo 79 según me dijo su conductor quien junto a un amigo está recorriendo el mundo partiendo desde Galicia, España. El diario de viajes puede leerse en el blog La voz de Galicia, aunque al día de escribir yo esto, está un poco desactualizado -Sin notebook ni wifi, los 15 minutos de internet en El Chalten costaban 3$-



Naranjito y Clemente se dedicaron a compartir la ruta, pasandosé mutuamente mientras sus conductores hacian sonar sus bocinas y se sacaban fotos. Creí perderlos cuando en el cruce de la provincial 23 y la nacional 40 siguieron por la 40, pero horas más tarde los vería ya instalados en un camping en El Chalten.

El Chalten está en un valle que aparece un poco de la nada, cuando uno ya pasó la entrada norte del Parque Nacional Los Glaciares -aca no cobran los 40$ de entrada- y ya se asombró con la vista a la distancia del glaciar Viedma (El segundo en tamaño dentro del PN atrás del Upsala... para que se hagan una idea: El Viedma tiene 5 veces la superficie de la ciudad de Buenos Aires... 1000 Km2.)

Desde el mirador, desde una meseta elevada, se puede ver todo el pueblo y los dos ríos que lo bordean: El Fitz Roy y el Río de las Vueltas y por supuesto, el cordón andino 



Y fue cruzar la ruta, entrar al pueblo y quedar fascinado por el lugar.

Todo el mundo camina en El Chalten. Claro, no por nada es la capital nacional del trekking. Solos, en grupos, todos andan cargando sus mochilas y se van a meter en las montañas para volver al día siguiente. Y uno en auto se siente mal, tan mal que olvida por completo donde está yendo y hasta donde queda el hostel y es la excusa perfecta para dar una primera vuelta por El Chalten, por esa avenida San Martín y dejarse llevar por el Backpackers Parade.

Durante el almuerzo me puse a hablar con tres chicas que estaban en El Chalten desde hacia unos días pero se habían cambiado de hostel porque donde estaban era de terror. Hablamos de qué hacer y mencionaron algunas cosas que ya habían hecho. Como yo recién había llegado, me fuí al centro de visitantes del Parque Nacional. Me indicaron los senderos que se puede hacer... como pueden ver


Como estaba cansado de manejar, pero queria empezar, arranqué por los dos senderos cortos que nacen desde el centro de visitantes: El sendero de los cóndores y el sendero de las águilas. En este último me encontré con Daniel y Nadia, que habían salido de Buenos Aires en avión a Ushuaia y que a partir de ahí hacian dedo. Tomamos unos mates, nos contamos un poco nuestras vidas pasamos un lindo rato en la cima del cerro.

Bajé y me encontré con las chicas del hostel -sin nombre todavia para mí- que estaban viendo que hacer esa tarde, aunque estaban cansadas porque el día anterior habían ido a la laguna de las tres y habian quedado muy cansadas. Yo me fuí para el sendero más sencillo que hay para hacer en El Chalten: La cascada del río Chorrillo del Salto. Son solo 3km desde el Chalten, todo plano y sin dificultad alguna, pero muy lindo de ver.

De regreso en el hostel, hablando con una de las chicas -ya me había enterado de los nombres y unas cuantas cosas más- quedamos en hacer al día siguiente el recorrido hasta Lago Argentino. Me cené lo que me quedaba del mediodía y me fui a dormir. Estaba cansado.

Al día siguiente me levanté y Evelina estaba tomandosé unos mates. Paulina y Luciana dormian. Habían salido a La Tanguería, lugar que no pude llegar a conocer. Tardaron bastante en levantarse, tiempo que le dedicamos con Eve al mate. Yo tampoco me podía ir, porque tenía que cambiar de pieza. Había pasado la noche con una pareja israelí en una pieza de tres camas. Pero la mia era una de seis camas que compartiría con unas chicas israelies y una yanqui -Alison- y una coreana, pero que llegarían más adelante.

Mientras fueron amaneciendo Paulina y Luciana, me fui a tratar de conseguir un morrón para hacer un guiso de lentejas. No hubo forma. Fui a la secretaria de turismo a pedir un plano en donde me marcaron todos los supermercados -Aparte de La Tostadora Moderna- pero no hubo caso. Asi que el guiso salió sin morrón. Es lo que hay.


Finalmente, después de almorzar arrancamos para Lago del desierto. Son 38km desde El Chalten por una ruta de ripio increíble que va copiando y saltando el río de las vueltas, que nace en el lago. Pasamos por cascadas, por lugares históricos -donde se realizó un enfrentamiento en 1965 con un grupo de carabineros chilenos que invadieron nuestro territorio- y por muchas subidas y bajadas que hace la ruta dando unas vistas fabulosas del valle.



Llegamos al lago y nos fuimos primero al mirador, un pequeño cerrito. Despues -siempre bajo la lluvia- hicimos la caminata un muy lindo recorrido por el bosque y por la orillas del Lago Argentino. Pero fue la antesala para el plato fuerte del día: Ascender al glaciar Huemul.

Este sendero se hace desde un campo privado -está fuera del Parque Nacional- y se parte desde un camping organizado por lo tanto hay que pagar un derecho de pase de 18$.

Hicimos el ascenso y fue genial. Si bien no es muy largo ni empinado, la lluvia complicaba un poco el trayecto. En lo personal, me había olvidado el capote de lluvia y el buzo. Estaba en remera y campera. Me empapé. Pero lo disfrutamos como locos. La vista final desde el final del sendero, donde se abre el bosque y aparece el lago Huemul y el glaciar es impactante.

Pero llovía y estaba bastante fresco de manera que después de las fotos nos volvimos al auto y a cubierto nos tomamos unos ricos mates con unos más ricos chipás.

Volvimos al hostel y después de un baño reparador, nos fuimos a La Vinería donde después de esperar bastante le entramos a una picada calidad 5 escarbadientes y unas cervecitas para acompañar.

Al día siguiente me equipé para hacer mi caminata personal por los senderos de El Chalten. Elegí hacer un circuito redondo, pasando primero por la laguna Capri, de ahi seguir por el sendero hacia el campamento Poincenot donde este se une con el sendero que viene de las lagunas de la Madre, la Niña y la Nieta. Este sendero en el otro extremo se comunica con otro sendero, que parte desde El Chalten y va al cerro Torre y al campamento D' Agostini. Mi recorrido entonces fue ese: 22 Km que -según los horarios de la primer y la ultima foto, me tomó más de 7 horas. Salí con calor, sol, en remera... terminé con el buzo, el capote, embarrado hasta la rodilla -cuando me sali del sendero mal marcado-. Caminé mayormente solo, me fui encontrando siempre con extranjeros, israelies casi todos, algunos alemanes y un grupete muy lindo de tres italianos -Dos señoras y un señor- bastante grandes que se pusieron muy contentos cuando les dije exactamente con el GPS -menos mal que lo llevé- cuanto les faltaba caminar.

Cuando llegué a la bifurcación del sendero a D' Agostini, mientras tomaba lo ultimo que me quedaba de agua, pasó un grupito de chicos argentos a los que me sumé para hacer ese ultimo tramo. Eran de almagro. Una de las chicas tenía una zapatilla reventada, pero era la que iba adelante... yo recién tomé la delantera cuando faltaba poco por llegar a El Chalten.

Llegué destrozado al hostel. Me dí una ducha, me comí ya no me acuerdo qué y me fui a dormir. Por cierto, después de pasar bastante de frío -a pesar de estar al lado de la estufa- me puse la bolsa de dormir en la cama. Eso me solucionó lo del frío, pero no el ruido: Por un lado el viento. Impresionante el sonido causado por el viento patagónico. Por el otro lado, las chicas israelies que se hablaban de cama a cama toda la noche estando dormidas. Por otro... Alison y la coreana roncaban no saben como... Más que yo, sin duda. Y los que me conocen saben de lo que hablo.

Con la cena me mandé dos Voltaren, más que nada para prevenir lo que supuse iba a ser mi estado al dia siguiente. Fue efectivo. No digo que me levanté fresco como una lechuga, pero estaba bastante bien. De todas formas, mi plan era ir a hacer la excursión al Lago Viedma y la navegacion al glaciar, pero no conseguí lugar.

Paulina y Luciana se iban. Evelina se dió el gusto de quedarse -aunque tuviera que dormir en cualquier lado por una noche- y habían llegado tres chicas, criollas como las empanadas, de Puerto Santa Cruz con quienes de ultima me iba a enganchar para hacer de nuevo el chorrillo del salto, esta vez a en serio -es decir, sin ir con el auto los primeros 2 km- Pero el día estaba horrible. Llovia bastante, hacía frío... y estabamos viendo que hacer cuando volvieron Luis y Dolo, que habian hecho noche en el Cerro Torre y Luis nos dió la solución: Torta fritas.

Compramos 2 kilos de harina y un kilo de grasa. No sé cuantas tortas fritas hicimos, pero todos los que estaban en el hostel comieron torta fritas. Las israelies, Alison, los gallegos, Marcelo -el dueño del hostel-, la mucama, el marido de la mucama...

Despues salimos a dar una vuelta bajo la lluvia. Yo quería aprovechar mi última tarde en El Chalten a como sea y me preparaba para ir a comer cordero a la noche.

Fui la parrilla y cuando ya estaba sentado y me habían traído el servicio de mesa y ya habia pedido una sopa de cebollas -entrada- y un goulash de cordero -principal- se corto la luz en todo el pueblo. De modo que volví al hostel. La cena de cordero se acababa de transformar en una lata de viandada que tenia en la mochila. Cuando la fui a buscar -la tenia en la mochila en la habitación, junto con la linterna y la llavecita para abrir la lata- me crucé con Alison. Nos quedamos hablando más de una hora en la oscuridad. Ella viajaba a Buenos Aires y le recomendé algunos lugares para ir y me empezó a preguntar sobre Malvinas. Fue una charla muy buena, donde -según ella dijo, lo juro- hablé muy bien en inglés. Todavía asombrado volví al living donde Evelina y las chicas de Santa Cruz -Flor, Constanza y Laura- se preparaban para jugar a la generala a la luz de unas velas aromáticas.

Cené, tomé cerveza mientras ellas tomaban Fernet -que cosa, sigue sin gustarme- y como tenía que manejar al dia siguiente mucho, me fui a dormir. Era el final de un día de esos que valdria la pena volver a vivir.

Me levanté, tomé unos mates y después de saludar a todo el mundo, a eso de las 10 y después de pasar por Vialidad Provincial a preguntar el estado de la ruta nacional 288 -de ripio, pero que acorta el viaje hasta Comandante Piedrabuena en casi 500 km menos que pasando por Rio Gallegos- dejé El Chalten.


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